¿Qué significa que una mujer desarrolle soluciones informáticas, luego de radicarse desde Mar del Plata hacia Córdoba, continuando sus tareas de investigación, además teniendo su familia y pareja lejos? ¿Qué es ser una combinación entre mujer, madre, investigadora, hermana, docente, e ingeniera? Son éstas algunas preguntas que las Ing. Lucía Coppes y Ana Di Iorio han plasmado en las dos ediciones del libro Matilda y las Mujeres en Ingeniería en América Latina (Ana en 2019, la primera edición y Lucía en 2020, la segunda), a través de una publicación conjunta organizada por CONFEDI (Consejo Federal de Decanos de Ingeniería) que reúne a autoras de distintos países de Latinoamérica con un objetivo fundamental: visibilizar el rol de la mujer en la ingeniería y motivar a las jóvenes latinoamericanas para que puedan ver a esta carrera como una opción para su propio proyecto de vida. En conmemoración del Día Internacional  de la Mujer en Ingeniería, entrevistamos a las protagonistas de las dos colaboraciones que ha realizado InFo-Lab a estas publicaciones.

Lucía Coppes nació en Mar del Plata en 1995. Si bien su niñez la vivió en Santa Teresita (provincia de Buenos Aires, Argentina) hasta los 10 años, luego volvió a su ciudad natal. Desde pequeña amó las ciencias, sobre todo Matemática y Física, motivo por el cual eligió seguir la carrera de Ingeniería. Habiendo comenzado la cursada, abrió la carrera de Ingeniería en Informática en la Universidad Nacional de Mar del Plata, y tras leer el plan de estudios, comenzó su camino como estudiante de ingeniería. Tras realizar su pasantía profesional y su trabajo final de graduación en InFo-Lab, Laboratorio de Investigación y Desarrollo de Tecnología en Informática Forense, hoy trabaja como QA Automation Engineer (QA es acrónimo de Quality Assurance) en McAfee de la ciudad de Córdoba, contribuyendo en el desarrollando de las soluciones que esta empresa ofrece para garantizar la ciberseguridad empresarial.

Estudiar ingeniería para una mujer puede significar todo un desafío. Son diversos los obstáculos que enfrenta una mujer en el mundo de la Ingeniería, y “aún perdura el paradigma que la Ingeniería es para hombres, somos minoría y sigue en duda nuestro potencial y lo valiosas que son nuestras ideas”, según Coppes. No es desacertado pensar que la ingeniería “es para los hombres”, teniendo en cuenta  los datos de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Argentina. En 2017 se graduó una ingeniera cada 10.427 mujeres, mientras que se recibió un ingeniero cada 3.238 hombres en el país. Tampoco deja de ser un desafío para una mujer incorporarse en el mundo laboral tras finalizar el tramo universitario. Lucía realizó su pasantía profesional y su trabajo final de graduación en InFo-Lab, siendo su “primera experiencia laboral, en la cual conocí la Informática Forense y pude contribuir aportando mi granito de arena a la Justicia. Conocí gente maravillosa, grandes profesionales que me integraron desde el primer día, y que actualmente considero amigos. Dicha pasantía fue el comienzo de un vínculo que continuó con distintos proyectos de los cuales fui y soy parte”.

Las condiciones laborales y académicas se han transformado rotundamente en las últimas décadas. La construcción “un trabajo para toda la vida”, ha ya casi desaparecido y se encuentra ya apegada a las nociones antiguas de nuestros padres y abuelos. Por esto muchas personas deciden estudiar en otro país, como así también radicar su trabajo en otras localidades, oportunidades de crecimiento profesional que cuestan rechazar. A Lucía se le presentarían estas experiencias, ya que “radicarme en Córdoba fue una mezcla de sensaciones. Sentí los nervios previos a presentar mi Trabajo Final de Graduación, una inmensa alegría al momento de escuchar el "Felicitaciones, te recibiste", con toda mi familia y amigos, rodeada de la gente que amo; y por último, ansiedad por el comienzo de mi vida profesional, mudándome a más de 1000 km de mi casa. En cinco días preparé todo para mi nueva vida, y sin darme cuenta me encontraba en mi nuevo hogar, embarcándome en un nuevo proyecto de vida del cual actualmente soy parte, y me permite aprender cada día mucho más”.

Cada experiencia es un mundo, que tiene la capacidad de incentivar a nuevas mujeres a estudiar ingeniería y equilibrar así la brecha. Es éste el espíritu de Matilda y las Mujeres en Ingeniería en América Latina, buscando que “ayude a muchas chicas a ganar la confianza en sí mismas y en disfrutar la Ingeniería como yo lo hago. La experiencia con Matilda fue muy gratificante, conocí experiencias muy distintas a la mía, y enriquece mucho. Son muchas las mujeres que presenciaron el lanzamiento y me pidieron la publicación para leerla y difundirla. Fue un gran trabajo por parte de todas las autoras, y vale la pena ser leído”, según agrega Coppes.

Ana Haydeé Di Iorio es docente e Investigadora, especializada en Informática y Derecho. Marplatense de nacimiento, trabaja como instructora y perito Informático y dirige InFo-Lab, organismo interdisciplinario conformado por la Universidad FASTA, la Municipalidad de General Pueyrredon y el Ministerio Público Fiscal de la Provincia de Buenos Aires. Tiene 43 años, y es madre de dos hijos.

Dirigir desde hace seis años un Laboratorio de Investigación y desarrollo no pareciera suponer una tarea fácil, ¿Y siendo además mujer? Como Ingeniera Informática, y desde su tramo universitario hasta en el desempeño de su profesión, la Esp. Ing. Ana Di Iorio tuvo que convivir con la preponderancia masculina. Para ella, “más que considerarlo una traba, lo veía como un desafío, poder demostrar que estamos a la misma altura, que somos iguales. Siempre me sentí una más con mis compañeros de estudio y de trabajo, y me fui ganando el respeto”.  Es también motivación de Matilda problematizar el llamado “Efecto Matilda”, que refiere a la insuficiente valoración que sistemáticamente se hace de las mujeres en el campo científico y al escaso reconocimiento a sus contribuciones académicas (Rossiter, 1993), y también asociado al fenómeno por el cual las mujeres y sus aportes científicos se acreditan a los hombres o, directamente, se pasan por alto por completo. Matilda Joslyn Gage fue una neoyorquina aficionada de la medicina, que se convirtió en activista luego de ser rechazada de la universidad porque en el siglo XIX solo matriculaban a hombres. Desde entonces, se le llamó "efecto Matilda" al fenómeno por el cual las contribuciones de las mujeres a la ciencia se le atribuyó a los hombres, se les quitó representación y reconocimiento.

Caminar por un recorrido usualmente transitado únicamente por hombres obliga muchas veces a “demostrar más que el resto nuestras condiciones. La manera en la que estamos condicionados nos hace creer que, por ejemplo, ante ciertos cargos jerárquicos o directivos, lo habitual es la elección de un hombre. Por eso me sentí gratamente sorprendida en 2 oportunidades, cuando me asignaron la Dirección del InFo-Lab en 2014, y cuando me asignaron la Presidencia de la Red UNIF - Red Universitaria en Informática Forense en 2017. En ambos casos fue por reconocimiento de mis compañeros y jefes, en ninguno de los dos casos me lo esperaba. Las mujeres debemos confiar en nosotras mismas y apoyar a otras mujeres para ganar esos espacios de decisión en los que hace falta nuestra mirada, mucho más integral, mucho más holística”, agrega Di Iorio. Sentir que deben demostrarse las condiciones propias por condicionamientos ajenos, sociales, y externos a la persona, genera en esas personas la determinación a la hora de encontrar una ética de trabajo comprometida, certera y constante. Es esta la motivación que encontró Ana a la hora de desarrollarse profesionalmente como ingeniera, trasladada a la capacidad de dirigir InFo-Lab, llevando así este laboratorio esa impronta. “Las mujeres tenemos el don de crear.  Ser ingeniera es tener, además, la capacidad y la posibilidad de crear soluciones. La ingeniería necesita que en esa creación también participe la mujer, desde su mirada, desde su visión, desde su concepción del mundo”, concluye.